¿PORQUÉ LA EDUCACIÓN MONTESSORI?
Este método no comenzó como una metodología preconcebida, sino que partió de los estudios de observación y práctica de la Dra María Montessori, quien descubrió que el niño trae dentro de sÍ una serie de patrones de aprendizaje que son universales. Conocer cómo ocurre el desarrollo del niño a partir de esos patrones y cómo ocurren sus aprendizajes en los primeros años de vida, ayuda a los adultos a acompañar la educación desde la calma, darle lo que necesita para desarrollarse y disfrutar mucho del acompañamiento, trayendo como resultado, niños más sanos, curiosos y felices.
¿CÓMO ES UN AMBIENTE CON FILOSOFÍA MONTESSORI?
Que le permita Libertad de Movimiento:
Un ambiente debe permitirle al niño desplazarse cuando empiezan a voltearse, correr cuando empiezan a caminar y trepar cuando empiezan a adquirir mayor perfeccionamiento del movimiento. La vida familiar dentro y fuera de la escuela debe permitir al niño moverse según sus deseos internos ya que estará desarrollando dentro de si capacidades físico-psíquicas que generalmente no podemos percibir.
Que le permita explorar y descubrir el mundo que lo rodea.
La vida cotidiana debe permitir al niño la libre exploración en un ambiente seguro, tocar, lamer, caminar descalzo, ensuciarse, mojarse. Esto le permitirá descubrir el mundo con los sentidos a través de su propia experiencia. Según Montessori, un niño no aprende de lo que decimos sino de lo que observa, escucha, siente con su cuerpo y saborea.
Que tenga límites claros.
Para poder dar libertad al niño, debemos darle límites claros. Los límites dan seguridad al niño, le enseñan a respetar a los demás y al ambiente. Además, nos ayuda a los adultos en las decisiones del día a día, a ser coherentes y a responder ante un mal comportamiento.
Que tenga orden y consistencia.
Es necesario el orden físico en el ambiente y en las rutinas diarias. Saber en dónde están las cosas cada vez que las necesitan, les aporta tranquilidad. Saber que cada día se hacen las cosas de una manera sin constantes cambios, les permite prever lo que viene, y eso les aporta mucha confianza y seguridad.
La coherencia les aporta también mucha tranquilidad porque les da un sentido claro a las cosas. Si decimos que no está bien el desorden en su habitación, pero luego nosotros dejamos nuestras cosas fuera de lugar, esto puede causar mucha confusión en el niño e incitarle a hacer las cosas de otra manera distinta a la que esperamos, a tirar los objetos, por ejemplo.
Que le permita expresarse.
Hay una faceta entre 1 y 3 años que los niños descubren el poder del “no” y comienzan a experimentarlo. Es la época en la que el niño vive un proceso de auto confirmación de su personalidad. Comienza a percibirse a sí mismo y a expresarse a través del lenguaje. Comienza a comprender el poder de las palabras y su reacción ante los demás. Es aquí cuando toma tanta importancia la frase “debemos mirar desde los ojos del niño”, mirar desde su perspectiva y permitirle ser, reconociendo su individualidad, permitiendo que tenga sus propios gustos y deseos, así como también, sus propias necesidades.
Un ambiente en constante observación.
Entendiendo que a esta edad y durante toda su infancia los niños son generalmente impulsivos y en constante cambio, debemos observarlos siempre; desde lejos y sin que se sienta observado. De esta manera podremos construir un ambiente para él libre de peligros y que además responda a sus necesidades de desarrollo tan cambiantes.
Un ambiente que permita la comunicación.
El ser humano desde que nace es un ser social. Desde que balbucea cuando es bebé, hasta que habla correctamente, debemos responder a su comunicación, con la mirada, con el lenguaje y con todo nuestro ser. De esta manera se sentirá parte del mundo que lo rodea, ganará autoestima y confianza en sí mismo y absorberá todo el conocimiento que implica la acción.
Que le permita perfeccionarse.
Los niños pequeños son unos seres trabajadores, les gustan los retos y lo que les implique un esfuerzo razonable. Cuando logran hacer algo, lo hacen tantas veces hasta dominarlo y poder pasar a otra cosa.
Que le permita ser parte de la familia.
Cuando involucramos a los niños en las rutinas, indirectamente le estamos diciendo que es parte de la familia. Cuando le dejamos hacer al niño sin esperar resultados a cambio, le estamos permitiendo desarrollarse como un individuo, como un ser único e independiente.
Permitirle que ayude en la cocina, a llevar la ropa sucia a la hora de lavar, limpiar derrames, llevar bolsas de mercado, guardarlo; le estamos permitiendo no sólo desarrollar facultades físicas sino infinitas facultades psíquicas importantes para el desarrollo de su personalidad.
Que le de tiempo
Una rutina familiar necesita contemplar el tiempo como una herramienta de acompañamiento. Los adultos y los niños vivimos ritmos distintos. Nosotros siempre a prisa, en cambio los niños necesitan que les demos tiempo para vestirse solos, para ponerse los zapatos, para untar una tostada de pan y para terminar el desayuno, porque sólo con la práctica, logrará perfeccionarse.
Que prevalezca el respeto
Un ambiente con filosofía Montessori debe tener como ingrediente principal, el respeto de la individualidad de cada uno en donde no solamente las necesidades del niño son las tomadas en cuenta sino las necesidades de los otros componentes de la familia. En la escuela, las reglas y los límites se fijan sin perjudicar a ninguno. No anteponemos la necesidad del adulto ante las necesidades del niño. El respeto no debe ser unilateral, sino que debe moverse en todas las direcciones, respeto por el niño, respeto por el adulto, y por el ambiente.
Crecer en un ambiente respetuoso le ayudará a al niño a convertirse en un adulto respetuoso.
La filosofía Montessori no es una moda cambiante, ni son los materiales, es una forma de vida. Ciertamente hay muchos ambientes y materiales que nos sorprenden por su belleza y por su novedad, pero lo realmente importante es asimilar que es un cambio de paradigma, distinto a lo que estamos acostumbrados y a nuestra educación.
¿CÓMO ACOMPAÑAMOS LOS APRENDIZAJES DE LOS NIÑOS?
Muchos piensan que la educación Montessori es dejar al niño hacer “lo que le da la gana” pero lo que es realmente, es dar libertad al niño en un ambiente preparado para el aprendizaje; seguro, con reglas y límites claros, que le permitan explorar el mundo según sus necesidades internas.
Lo que la educación Montessori propone es dar la ayuda necesaria al niño para que pueda lograr los aprendizajes desde su propia experiencia: “Ayúdame a hacerlo por mí mismo” es la frase que define la educación Montessori. El niño genuinamente quiere aprender, hacer descubrimientos por su cuenta y encontrar soluciones creativas. Y para lograr esto es fundamental la preparación del adulto que le acompaña.
El niño es curioso por naturaleza, es el input interno quien guía su cuerpo para conocerse a sí mismo y al mundo que le rodea.
La curiosidad de un niño es lo que le permite acercarse a una experiencia en concreto y generar un aprendizaje específico.
CÓMO MOTIVAR LA CURIOSIDAD DEL NIÑO A TRAVÉS DEL AMBIENTE Y NUESTRO ACOMPAÑAMIENTO
Confía en el niño:
Cada niño es un ser único e irrepetible que trae dentro de sí un patrón de aprendizaje que le guiará en el camino a seguir para que pueda lograrlo por sí mismo.
También debemos confiar en que conocerán los límites de su cuerpo y de sí mismos, aunque sus acciones provoquen accidentes en el camino y que nosotros no podamos prevenir.
Procura un ambiente de aprendizaje enriquecedor.
Para que un niño decida explorar el mundo que lo rodea, debe encontrar en él espacios y materiales que le inviten a acercarse, que estén a su altura y que pueda manipularlos con independencia.
No significa llenar la casa de objetos y mucho menos que sean costosos. Es tener pocas cosas que respondan a sus necesidades. Por ejemplo, si un niño está en la época del gateo, coloco muebles a su altura, que le permitan sostenerse para ponerse de pie. Si más adelante quiere escalarlo todo, le ofrezco actividades al aire libre para que pueda trepar. Si se interesa por pasar objetos de un sitio a otro, puedo invitarle a trasvasar granos en la cocina mientras estamos preparando la comida.
Para poder preparar un ambiente enriquecedor, primero debemos observar al niño desde la distancia y cuando interactuamos con él, mirar cuáles son sus preferencias y qué es lo que se repite a diario.
Ten en cuenta siempre que sus intereses varían frecuentemente, por lo tanto, lo que ofrecemos en el ambiente también debe cambiar.
Dale tiempo
Toda acción necesita tiempo y para que un niño sienta la necesidad de explorar y descubrir e imaginar, necesita tiempo. Vivir sin prisas.
Demos tiempo al niño para moverse, para explorar sin interrupciones, para conversar para desarrollar su lenguaje, para imaginar, e incluso para aburrirse.
Dediquemos también tiempo para conectar. No importa cuánto tiempo al día podamos dedicarle a nuestro hijo, lo importante es que podamos estar al 100%, sin teléfonos móviles y sin distracciones.
Dale seguridad.
Un niño que tiene sus necesidades físicas satisfechas (pañal limpio, ropa que se adapte a la estación del año, haber comido) y que es abrazado y besado frecuentemente, que recibe nuestra mirada cuando nos habla y total atención cuando le escuchamos; tendrá la seguridad de salir a explorar el mundo. Saber que estamos allí para cuando tenga un momento difícil o cuando necesite ayuda, le dará la seguridad necesaria para moverse libremente.
En cuanto al ambiente físico en el hogar, debemos bajar la mirada a la altura del niño para observar y corregir las posibles oportunidades de riesgo (enchufes, objetos que se rompen, salientes, etc.) que nos permitan estar tranquilos y poder observarlos desde la distancia.
Fomenta su capacidad de asombro.
Estamos tan acostumbrados a lo que vemos a diario que no somos consciente de que nuestros hijos experimenten la vida cada día a través de los sentidos. Podemos hacerles preguntas a nuestros hijos acerca de lo que observan, de lo que saborean o sienten con el tacto, comentar el cansancio porque han corrido mucho o el esfuerzo que han hecho al escalar. Sorprendernos con ellos por el reflejo que entra por la ventana, cómo pica la punzada de un cactus… Ofrezcamos experiencias que le permitan maravillarse.
CÓMO MOTIVAR LA INDEPENDENCIA Y LA AUTONOMÍA DEL NIÑO
“Sigue al niño”.
Esta es la base de la pedagogía Montessori. Es el niño interno quien sabe lo que necesita y nosotros, a través de la observación, sabremos entenderle.
Seguir al niño no significa ser permisivo o dejarle hacer lo que quiera. Significa que dentro de un ambiente con límites y reglas claras podemos permitirle ser y comportarse según dictan sus impulsos internos.
Si sabemos observar a nuestro hijo, podremos saber qué quiere y en qué está necesitando perfeccionarse en este momento y poder responder a esta necesidad. Normalmente ofrecemos cosas o actividades a los niños desde nuestra necesidad o de lo que creemos que debería ser. Cuando estemos en esta situación, detengámonos un momento, tomemos un respiro y pensemos si lo que quiero ofrecerle al niño realmente proviene de su necesidad o de la mía como adulto; que deseo darle algo que nunca tuve, o que está de moda o que simplemente está respondiendo a mi propio niño interior.
Es cierto que nuestras rutinas diarias nos dejan poco espacio para dejarnos ser guiados por nuestro hijo que vive a otro ritmo y con necesidades muy distintas a la nuestra. Intentemos prever lo que viene a continuación para organizarnos con tiempo. Por ejemplo, si mi hijo quiere vestirse solo y se frustra porque no lo dejamos, entonces comencemos a prepararnos con más anticipación para darle la oportunidad de que lo haga por si mismo.
Incentivemos el aprendizaje práctico.
Cuando nuestro hijo se interesa por algo, permitamos que este interés se traduzca siempre en experiencia. Por ejemplo, si nuestro hijo nos pregunta algo, en lugar de responder escuetamente, podemos buscar juntos un libro en donde habla de ello, ir al zoo si se trata de algún animal, al jardín botánico si se trata de una planta o simplemente al supermercado si quiere conocer una semilla o un vegetal que nunca ha visto.
En casa tratemos de evitar el “no se toca” y preparar el ambiente a su altura para que pueda tocarlo todo. De esta manera podemos lograr otros aprendizajes de forma transversal como, por ejemplo: guardar. Al darle la oportunidad de que coja un libro de la biblioteca o un juguete de la estantería, debemos enseñarle a ponerlo en su sitio. Al permitirle servirse un vaso de agua a su altura, podemos enseñarle a limpiar algún derrame si ocurre o recoger o reparar algo que se ha roto.
Incluye al niño pequeño en tu vida diaria.
Los niños pequeños sienten mucha curiosidad por todo lo que hacemos y quieren ser parte de la rutina familiar.
Muchas veces nos estresamos porque tenemos que lavar la ropa y cocinar antes de acostarnos a dormir y no tenemos tiempo de jugar con nuestro hijo. Pues la buena noticia es que justamente todos ese que hacer rutinario que a nosotros nos cansa tanto (pero que igual hacemos), son las actividades que apetecen a los niños.
Si invitas a tu hijo a poner la ropa en la lavadora, colgarla en el tendedero, sacar la vajilla del lavaplatos, poner la mesa, estarás haciendo lo que tienes que hacer y además disfrutando de tiempo de calidad juntos. Los trabajos de Vida Práctica a partir de los 18 meses más o menos son una forma de juego para los niños y que además los proveen de la experiencia y el conocimiento que necesitan.
Eso si, debemos tomar en cuenta:
Valora el proceso y no el resultado.Un niño limpia la mesa porque necesita trabajar una habilidad en concreto sin que necesariamente tenga que ver con dejar la mesa limpia, puede estar trabajando, por ejemplo, el agarre (coger la bayeta), puede estar experimentando con el agua o el jabón que hace espuma, el olor, etc.
Entiende que para ellos una rutina del hogar no siempre se convierte en rutina. Lo que quiere decir que, algo que le encantaba hacer, luego no quiera hacerlo más. Por ejemplo, si durante días disfruta de poner la mesa, o de meter la ropa en la lavadora, es posible que un día no quiera hacerlo más, y está bien. Recuerda siempre que estas actividades son un medio para lograr aprendizajes específicos a niveles internos muy profundos, y una vez adquiridos, no necesitarán más de esa acción.
Ayúdale a que lo logre por si mismo.
Organiza las cosas para que tenga éxito por sí mismo. Por ejemplo, si ves que tiene interés en servir agua en un vaso, puedes procurarle una jarra pequeña para sus manos y que tenga el agua necesaria para no llenar un vaso más allá de su capacidad. Puedes tener a su lado también una bayeta para que pueda limpiar el agua derramada.
Intenta intervenir lo menos posible y tanto como sea necesario. Luego invítale a hacerlo. Por ejemplo, si te pide pelar un plátano, ayúdale haciendo el primer corte y luego dáselo para que termine el trabajo. Si quiere abrir el tupper, has el primer jalón para que puedas permitirle completar el trabajo. Cuando quieras ofrecerle envases cerrados para la merienda, déjales las tapas de rosca sin apretar.
Dale tiempo para practicar y déjale repetir cuantas veces quiera.
Demuéstrale aceptación y apoyo. No esperes nunca que las cosas se hagan exactamente como las harías tú y no muestres frustración cuando no salgan bien.
Seamos modelo. Cuando necesitamos enseñarle a hacer algo, mostremos cómo se hace en lugar de hablarlo. Simplemente dile “Mira” y mostramos los pasos lentamente. De esta manera evitaremos transmitirle que nuestra manera de hacerlo es la correcta, y además podrá concentrarse mejor en lo que observa.
Dale tiempo. El desarrollo de una habilidad a veces necesita de mucho tiempo de entrenamiento y de repeticiones. Cada vez que puedas separar una actividad por pasos ofrécele que haga primero una cosa y luego la otra hasta completarla. Si no es posible en ese mismo momento, pueden intentarlo al día siguiente. Por ejemplo, si tu hijo tiene interés en ponerse los zapatos, enséñale primero a abrir el zapato y a meter el pie y luego tú tendrás que hacer el resto, luego a cerrar el velcro y así hasta que pueda hacer todo el trabajo por si mismo.
Se comprensivx con los errores. Los errores son una oportunidad para el aprendizaje ya que el niño está trabajando en lograr nuevas habilidades o perfeccionar las ya adquiridas. Ten en cuenta que muchas veces esperamos ver un proceder correcto en algo que nunca hemos mostrado o presentado.
En lugar de corregir o regañar intenta:
Si ha derramado agua o tirado algo al suelo que pueda romperse, ten a la mano objetos de limpieza para que pueda limpiar. Ayúdalo tú si aún no está en la edad de hacerlo. Luego, puedes repasar lo ocurrido y buscar cuáles son las opciones que puedes presentarle al niño para que pueda practicar y perfeccionarse en esa habilidad en particular.
Si ha pronunciado mal una palabra repítela de forma correcta dentro de tu frase o registra la palabra para volver a utilizarla en otro momento.
Muestra empatía a la hora de un enfado o una frustración.
Evita utilizar la frase “no pasa nada” pues todo lo que hacemos hace que pasen cosas. Ayudemos a nuestros hijos a ser conscientes de sus acciones y de sus aprendizajes.
Ofrece ayuda en lugar de correr a ayudarlo. Debemos ser pacientes y esperar a que pueda lograrlo, aunque veamos que le está costando trabajo. Después, podemos preguntarle si necesita que le ayudemos. Si nos pide ayuda, le ayudaremos con un esfuerzo mínimo que luego le permita al niño terminar la actividad con éxito.
LA OBSERVACIÓN
Cuando hablamos de observar es, mirar o percibir algo exactamente como es; sin juicios ni análisis y sin la emoción.
El propósito de la observación es que refinemos nuestro propio pensamiento y entendimiento. Sólo así tendremos la habilidad de dar la ayuda necesaria a esa vida interna del niño. A través de la observación desarrollamos un mejor entendimiento de las acciones espontáneas del niño, y podemos encontrar una explicación a porqué hace lo que hace.
La observación nos permitirá comprender las necesidades de nuestros niños y saber cómo responder a ellas. Nos lleva a remover los obstáculos que los niños enfrentan en su crecimiento y desarrollo, teniendo en cuenta que nosotros mismos podremos llegar a ser un gran obstáculo.
Observar a nuestro hijo cada día:
Nos permitirá descubrir los cambios en su desarrollo.
Seguir sus intereses.
Encontrar oportunidades y preparar el camino para dar libertad a su curiosidad y creatividad.
Nos permitirá prever algún posible peligro o intervenir si es necesario para mantenerlo a salvo.
Nos permitirá maravillarnos cada día con algo nuevo.
Nos ayudará a identificar alguna emoción y a asistirlo desde la calma.
Nos ayudará a identificar alguna necesidad.
Observar el ambiente:
Miremos los distintos ambientes del hogar a la altura del niño y observemos:
Si se percibe orden o es un caos.
Si es seguro. Con enchufes protegidos y adornos que se puedan romper fuera de su alcance. Si hay escaleras.
Si le falta belleza. Cuadros a su altura, flores, obras de arte.
Si invita al niño a participar de todos los ambientes del hogar. Si hay actividades apetecibles para el niño.
Si sus cosas están a su alcance o necesita la ayuda de un adulto.
Si su dormitorio está preparado para la autonomía en el cuidado personal y su rutina diaria.
Este material es cortesía de Bunga Montessori para las familias que forman parte del proyecto y está protegido por derechos de autor.