Educar para un Mundo mejor

Normalmente pensamos que quienes pueden cambiar el mundo son los gobiernos, las ONG, las fundaciones o las personas que tienen mucho dinero y poder; entonces nos frustramos porque no han hecho esto o aquello que pensamos que debería hacerse.

La verdad es que el cambio está en cualquier persona en cualquier lugar del mundo, que haya tenido la oportunidad de crecer con el acompañamiento consciente de un adulto que le ha permitido desarrollar todo su potencial respetando su individualidad.

El cambio está en cada madre y padre que decida abordar la maternidad/paternidad con más conciencia y que realmente comprenda la importancia de la primera infancia para el ser humano adulto.

La Dra. María Montessori descubrió que el hombre adulto se desarrolla en los primeros 6 años y que en esta etapa absorbe más información que el resto de su vida. En estos años, el rol de la familia es determinante ya que es el referente del niño. De sus personas más importantes y su ambiente más cercano absorbe el lenguaje, la cultura, absorbe conceptos, actitudes y juicios.

Esto quiere decir que no hay niño que nace malo. Los niños nacen bondadosos, el ambiente y el entorno son los que, de alguna manera, pervierten a los niños y niñas, queriéndolos adultos demasiado temprano y sembrando en ellos a través de nuestro ejemplo sin darnos cuenta, la envidia, el rencor, la frustración, la desconfianza, la inseguridad y falta de empatía.

María Montessori también descubrió que el niño posee una mente absorbente capaz de absorberlo todo a su alrededor con su vida misma y sin ningún esfuerzo. Esta información se queda grabada en sus células y lo acompañará durante todo su desarrollo hasta la madurez.

El niño coge de su ambiente todos sus aprendizajes como una esponja, tanto los buenos como los malos, sin discernir, aprende de cómo nos movemos y cómo hablamos aunque no nos estemos dirigiendo directamente a ellos. Aprende de cómo nos relacionamos con el mundo y con los demás.

Los niños nacen conectados con lo esencial, con sus necesidades intuitivas naturales. Sus manifestaciones son auténticas: se emocionan, se sorprenden, son sinceros e inocentes pero los adultos le incitamos constantemente para que logre moderar, controlar y manipular esa parte hasta anular su propia personalidad y a ser un reflejo del adulto.

Parece ser que, dadas las características del entorno familiar en el que vive el niño y el tipo de convivencia social en el que se desenvuelve determina su personalidad en la adultez, olvidándose de lo que solía ser y sentir de niño, desconectándose de su yo interior.

 
 

Nuestro trabajo en la lucha por un mundo mejor es cuidar la naturaleza bondadosa del ser humano a través de la infancia y de cada uno de los niños con los que nos relacionamos. Somos los cuidadores y responsables de velar porque la llama interior de cada uno permanezca siempre encendida y siga su propio camino, sin desviarse.

La educación Montessori no sólo en la escuela sino en el hogar, le da la oportunidad a los niños para convertirse en mejores seres humanos para el mundo del mañana y a cargarse de herramientas para construir el mundo en el que desean vivir. También nos da a los adultos el conocimiento necesario y la preparación para acompañarlos en esta misión.


Apostemos por una educación que:

  • Permita al niño moverse para perfeccionar sus movimientos, caerse y levantarse, trepar, correr y levantar objetos pesados; guiados por ese deseo de retarse a ellos mismos.

  • Que lo provea de ambientes preparados que le permitan explorar con seguridad y descubrir el mundo que lo rodea. Con actividades diarias dentro de los espacios y al aire libre, que involucren sus sentidos. Que le permita ensuciarse, ir descalzo, chapotear el agua, oler, saborear y correr bajo la lluvia.

  • Que pueda ofrecerle libertad en su quehacer diario. La libertad lo ayudará a crecer y ser un aprendiz curioso, a experimentar por su cuenta y realizar descubrimientos.

  • Que le marque límites claros y coherentes. Los límites lo mantendrán seguro y le enseñará el respeto por sí mismo, por los demás y el mundo que lo rodea. Los límites también ayudan al adulto a mantener un orden y estructura en el día a día y a crear un ambiente de calma, evitar confusiones y disgustos.

  • Que le permita al niño decir “no”. Los niños pasan por una de las fases de desarrollo más importantes de su infancia, la auto-confirmación. Se dan cuenta de que son seres independientes de sus padres, que su palabra tiene poder y que necesita que validen sus sentimientos y lo reconozcan como un ser único.

  • Que sea estructurada y consistente. Los niños necesitan que las cosas sean siempre iguales cada día, los objetos en el mismo lugar y las mismas reglas y la misma manera de hacer las cosas. Esto le ayudará a entender cómo funciona el día a día, le dará sentido a su mundo y le dará la confianza que necesita para explorar por sí mismo.

  • Que comprenda los tiempos de cada niño, que viva sin prisas.

  • Que apueste por la comunicación multidireccional. Que sepa escuchar al niño y que sepa dirigirse a él. Que conecte con la mirada y con sus emociones.

  • Que confíe más en el niño. Que lo haga sentirse parte de la comunidad. Al niño le encanta colaborar en los ambientes, aportar con su trabajo y esfuerzo porque sólo a través de sus manos será capaz de desarrollarse plenamente.

El futuro está en nuestras manos 🙌

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Algunos texto han sido inspirados en la siguiente bibliografía:

“Un ambiente preparado para la vida”, de Marco Zagal y Betzabé Lillo Orellana

“El pequeño Montessori en Casa”, De Simone Davies